dissabte, 6 de novembre del 2010

La visita del Papa (y 2)

A partir de la visita del Papa a Barcelona, no es mi objetivo hablar bien o mal de la Iglesia católica o de cualquier iglesia, sino poner sobre la mesa que, por lo que estamos viendo en nuestro alrededor, el tiempo de las organizaciones fuertes parece que ha acabado. La sociedad red, su estructura reticular y las nuevas dinámicas económicas, sociales y políticas critican, cuando menos, muchas organizaciones que, como las grandes iglesias, son cuestionadas –y también aplaudidas– desde muchos ángulos. Si a todo ello le agregamos los diferentes lenguajes simbólicos y liturgias, la apropiación de un conocimiento revelado y de “una verdad absoluta”, el resultado final es el gran distanciamiento laico de nuestras sociedades respecto a la religión, sobre todo respecto de las grandes iglesias.
Sabemos que la espiritualidad ya no necesita organizaciones eclesiales poderosas. En nuestros tiempos, estamos viendo que la calidad humana más profunda, esa espiritualidad que trasciende, ya no pasa por organizaciones sacerdotales ni por la sumisión a los custodios de esas creencias, pero también que la fe es imposible comprenderla sin voluntad de acercarse a ella.
Desde el socialismo democrático las opciones individuales de cada uno nos llama a aceptar y respetar los credos personales y familiares. No es la primera vez que muchos compañeros y compañeras socialistas expresan desacomplejados su creencia religiosa y su fe en Dios. Aunque no comparto esa fe, siempre me alegro cuando expresan ese convencimiento y lo compatibilizan con naturalidad con los ideales socialistas.
En un reciente manifiesto de apoyo a la visita del Papa a Barcelona, diferentes personalidades del país firmaban ese escrito, ente ellos, importantes líderes socialistas, como el alcalde de Lleida o el de Tarragona. Relacionado con esto, recuerdo una comida que mantuve con José Félix Ballesteros, alcalde de Tarragona, donde manifestó de forma natural su fe católica y la de su familia. Vino a decir que su fe religiosa le parecía positiva para la educación de sus hijos y compatible con sus ideales políticos, y que entendía su religiosidad católica como liberadora, y de lucha contra las injusticias sociales y económicas, en un compromiso de solidaridad que era vivido con humildad y actitud desinteresada de servicio. ¡Toda una declaración de principios que me ha venido a la memoria en estos días donde tanto revuelo se ha levantado con la visita de Benedicto XVI a Barcelona!
Como decía al principio, con el símil del rifirrafe entre el entrenador del Barça y el del Copenhague, la valoración final de las cosas dependerá del equipo en el que juegues. Yo, por ahora, estoy de espectador en el banquillo, y me lo miro con cierta distancia. Como dice una campaña que se opone a la presencia del Papa en Barcelona, yo tampoco lo espero.