dimarts, 5 d’octubre del 2010

A Dios rogando… y con el mazo dando

Cuenta la tradición cristiana que un pobre carretero iba por esos caminos de Dios, cuando de pronto el carro, de tan viejo y cargado que iba, se rompió en varios trozos. El carretero se quedó atónico, desesperado, sin saber qué hacer. En eso que por allí pasaba San Bernardo, al que el desesperado carretero le pidió que rogase a Dios para que arreglase su carro. San Bernardo le dijo que rezaría a Dios por él, pero, mientras tanto, que cogiese el mazo, se arremangase, e intentara arreglar el carro. Parece ser que de aquí viene la expresión A Dios rogando y con el mazo dando.
Digo todo esto en relación a las conclusiones a que han llegado diferentes líderes religiosos en un encuentro que, a iniciativa de la Comunidad de Sant Egidio, se acaba de celebrar en Barcelona con el objetivo de impulsar el diálogo interreligioso. Una de las ideas que más me ha llamando la atención es la crisis de esperanza. Muchos filósofos, teólogos o analistas de nuestro mundo coinciden en afirmar que la llamada crisis de esperanza es uno de lo peores males que estamos sufriendo. Y no se refieren sólo a situaciones derivadas de la crisis económica, del aumento del paro, o crisis políticas, sino algo más profundo que parece instalado en nuestra memoria colectiva. No sólo es desafección o desafecto, es falta de confianza en el futuro, y por tanto en nosotros mismos, y en el sistema del que formamos parte.
Somos muchos los que venimos insistiendo, desde siempre, que sólo con rezar no basta (o reflexionar, o meditar o definir con precisión lo que nos sucede), sino que, además, es imprescindible arremangarse y actuar. Y si viene la providencia, o la inspiración, o lo que sea, que nos pille trabajando para recuperar esa esperanza perdida con el afán de mejorar nuestro pequeño mundo. Cambiar y mejorar el mundo sin violencia es un deber de todos y una obligación que debemos ejemplificar.
El teólogo Hans Kung siempre nos advirtió que no habrá paz entre las naciones, mientras no haya paz entre religiones y que el diálogo interreligioso resulta imprescindible. Recuperar y reforzar nuestra esperanza en el futuro también. Árabes e israelíes lo miran de lejos, en Irlanda del Norte, desde otra óptica, lo supieron ver de cerca y en el País Vasco están cada vez más atentos.
El diálogo es imprescindible, ya sea ecuménico, interreligioso, civil o laico. El diálogo es necesario. Compartir puntos de vista en una dinámica dialógica favorece el conocimiento mutuo, y nos allana el paso para el entendimiento, primer paso para el encuentro.
Todos y todas, desde nuestras distintas responsabilidades, debemos contribuir a conjurar la llamada crisis de esperanza que tanto lastra el espíritu de la gente, generaciones, culturas y etnias. Hagamos lo que hagamos y creamos en lo que creamos, no dejemos nunca de esforzarnos. No cejemos en el empeño de intentar mejorar nuestro mundo. Recuperar la confianza, la esperanza en nosotros mismo y en nuestro futuro, es el primer paso para mejorarlo. Hay que seguir trabajando con el mazo del viejo carretero.