dilluns, 2 d’agost del 2010

Reforzar la responsabilidad comunitaria

Apreciados internautas, amigos y amigas,
Después de un periodo prudencial de inactividad blogista, creo que ha llegado el momento de volver a activar este fantástico instrumento de comunicación pública con todos y todas vosotras. Como sabéis, después de 11 años como alcalde de mi ciudad, el pasado mes de junio cedí el paso en la alcaldía, para pasar a otro plano de actividad política y dedicar más tiempo a mi familia. Es decir, ya no soy alcalde, pero no por ello no deja de interesarme lo que sucede a mi alrededor. Me sigue interesando la política, y más que nunca la de mi ciudad: Montcada i Reixac.
Como decía Aristóteles con su idea de zoom politikon, el hombre es político por naturaleza, por definición, se dedique o no a la política, opine o no de ella, o sea cual sea sus opiniones o preferencias sobre la misma. Por el simple y básico hecho de ser personas sociales, somos (queramos o no) personas políticas. Estamos inmersos en decisiones políticas que nos afectan, nos impactan.
Hace muy poco, ojeando el libro sobre el 75 aniversario del PSC a Montcada i Reixac, releí diversas reflexiones que me volvieron a llamar la atención. Una de ella de Felipe González. Nos alertaba que no debemos olvidar todos los socialistas y las socialistas que nos han precedido y que tanto han hecho por nuestras ciudades, pueblos y vilas. En esos momentos me vino a la cabeza la figura de Ignacio Góngora, nuestro presidente local del PSC. Una persona entrañable, íntegra, que ha participado directamente en nuestra historia reciente. Ignacio ha sido, y es, un referente para todos nosotros. Los logros conseguidos, la memoria histórica reciente no es un pasado polvoriento que se desvanece y olvida, son los cimientos del presente y la proyección del futuro.
En el mismo libro que citaba más arriba, Josep Borell consideraba que ser socialista, traspasando el umbral de este milenio, no puede ni debe edificarse desde la desmemoria, sino desde el reconocimiento y la contribución de todos y todas por nuestra sociedad. Palabras dignas de elogio en uno y otro caso.
Yo, como sabéis muchos de los que me conocéis, nunca he sido un teórico, ni un ideólogo o un intelectual, he sido (o pretendido ser) un hombre comprometido y dirigido a la acción, preocupado por mi ciudad, y porque ésta se fundamente en la integración, en valores compartidos, y donde todo el mundo llegue a tener cabida dentro de una sociedad que aspira a mayores cotas de bienestar e integración.
Los socialistas y las socialistas sabemos que todo esto se consigue con trabajo, generosidad y visión, marginando el rencor y la revancha e integrando a todos y todas en un proyecto compartido. No debemos convertir nuestro entorno en una sociedad de consumidores, donde usamos y tiramos a nuestro antojo lo que ya no nos sirve para nuestros fines, menospreciando e insensibles al impacto de las acciones. Nuestra sociedad la componen hombres y mujeres con identidad y dignidad que con su esfuerzo contribuyen a mejorar el presente y el futuro. No hay duda que hay que reforzar la responsabilidad comunitaria, unir fuerzas y subordinar las acciones individuales a la causa común. Nuestra identidad (ya sea como socialista o liberal, de género o cultural) no debe nutrirse del rechazo a los otros. Un proceso de pertenencia basado en el rechazo a los otros, cultiva, y desemboca, en el resentimiento, en antagonismo y en un conflicto abierto entre grupos. En definitiva, en la inseguridad y sensación de amenaza constante.
Las lecciones que nos han transmitidos los grandes políticos de la historia giran alrededor de la integración como idea base. Integrar a los diferentes en un proyecto común nos hace más fuertes a todos y refuerza mejor nuestras sociedades. La Unión Europea es el mejor ejemplo.