dijous, 19 d’agost del 2010

¿Lealtad u obediencia?

Hay un gran debate en la Comunidad de Madrid sobre quién será el candidato del PSOE para las próximas elecciones de mayo de 2011. En liza están Tomás Gómez y Trinidad Jiménez. Rodríguez Zapatero, secretario general del PSOE, lo ha zanjado con claridad meridiana: ante la duda, democracia. Esa afirmación anuncia que se celebrarán elecciones primarias en el PSM para elegir candidato. El que tenga más apoyo entre los militantes y las agrupaciones socialistas de la comunidad de Madrid deberá medirse con Aguirre el próximo año.
A partir de aquí el tema da pie a diversas reflexiones. Algunos consideran que las primarias minan la credibilidad de unos y otros, desgasta al partido y erosiona la cohesión interna, además de dar munición a la oposición. Los que dicen esto es como si dijesen que la democracia es cara o que enfrenta a candidatos y partidos en una espiral de conflicto político perpetuo. La democracia y la participación ciudadana es el mejor sistema para decidir infinidad de cosas y el modelo más óptimo para la gestión de los intereses comunes. Que nadie lo olvide. No hay alternativa posible a esto.
Vaya por delante que defiendo las primarias cuando diferentes líderes, con apoyos muy parejos, pretenden liderar el partido o una candidatura política. El recurso a las primarias es la consecuencia (y la última solución) de que algo falla en las maquinarias de los partidos, no la causa de la falta de democracia. A nadie se le escapa que la distancia entre la militancia de base con la dirección de los partidos es mucha, llegando a bunquerizarse ésta última, diseñando candidatos y estrategias a espaldas de procesos de mayor calado democrático.
Una forma de probar hasta qué punto un candidato (ya sea Tomás Gómez, Trinidad Jiménez o cualquier otro u otra) lo es de todo el partido, o de la dirección del mismo, es preguntarle, no sólo como ha llegado a dónde ha llegado, si no si es leal al ideario democrático del partido y a los valores que lo encarnan, u obediente a los que le han catapultado al lugar que ocupan. Esta simple prueba nos descubre quién es quién.
Ya no valen las imposiciones de las cúpulas de los partidos, hacer un traje a medida a ése o aquel porque es amigo de uno u otro, al margen y a espaldas de lo que dice la militancia, para llegar a cargos de responsabilidad que no se han ganado o para los que no están preparados. Ejemplos hay en todos lados y muy cerca de nosotros. Hay que reactivar y reforzar los cauces de participación interna de los partidos. Los militantes no pueden ni deben estar al margen de decisiones importantes que afectan a proyectos políticos, y los candidatos deben rendir cuentas de lealtad a los valores que inspiran esos proyectos.
Los índices de popularidad valen y no valen. Valen porque indican hasta qué punto alguien es conocido, pero dejan de valer porque acaba abriendo la puerta para que el populismo se apodere de la política. Actores, presentadores de televisión o deportistas acaban siendo más conocidos que los políticos y no por ello son mejores (ni peores) para gestionar los intereses públicos. Tampoco puede gobernarse o proponer y quitar candidatos a base de lo que dicen las encuestas, muchas veces utilizadas de forma interesada, o de lo que tenemos más a mano. Como tampoco se puede navegar cambiando de rumbo cuando lo hace el viento. Hacerlo así es un viaje a ninguna parte.
No puede haber miedo a la democracia. Las primarias son un buen instrumento para que, cuando hay más de un candidato, sean las bases las que decidan quién es mejor para encabezar la lista.
La teoría moderna de la democracia se fundamenta en el modelo del contrato social, pero cada vez más las cúpulas de los partidos fundamentan sus decisiones en tácticas políticas de corta mirada. Promocionan a uno u a otro, quintan a uno o marginan a otro, muchas veces por cosas que nada tienen que ver con la política, por rencillas internas, por ambiciones desmesuradas o por envidias insidiosas. Un modelo así es una subcontrata. En el fondo un engaño a la ciudadanía y a la militancia.
La democracia deliberativa o reflexiva debe dirigirse a que las propias bases determinen, sea en Madrid o donde sea, qué candidato es el mejor para asegurar los mejores resultados electorales. Lo contrario ni es democracia, ni es socialismo, ni es participación ni es nada. Las primarias son un excelente instrumento para determinar quién es o será el candidato más idóneo para liderar un proyecto político. Y aquí los militantes tienen (tenemos) mucho que decir. A la vuelta de vacaciones todos debemos hacer balance. Yo para mi partido, prefiero gente leal que no obediente.