dimarts, 31 d’agost del 2010

Por un nuevo ciclo progresista

En los próximos diez meses se configurará el escenario político de los próximos diez años. Elecciones al Parlament de Catalunya, más las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011 sentarán los pilares políticos de la próxima década. Más allá de los resultados electorales, lo que hay en juego es el reencuentro o el desencuentro definitivo –que auguran los más agoreros– entre política y sociedad. Para evitar ese distanciamiento entre unos y otros es preciso moralizar la política, y no porque sea inmoral, sino porque es vital reforzar el compromiso de servicio público que la caracteriza. Si no lo hacemos nos dirigimos hacia el modelo italiano, suficientemente desprestigiado. Soy de los que opinan que en la vida de las personas, de las familias y, en este caso concreto, de un país, hay momentos históricos donde se diseña y construye el futuro. Hay políticos perspicaces que ven esa oportunidad y se preparan para liderarlo y compartirlo. Y otros que ni lo ven, ni se preparan, ni comparten. Los primeros tienen más posibilidades de liderar o influir en el devenir de las cosas, los segundos no.
Creo que el momento presente es uno de esos momentos históricos. Es crucial, y lo que hay en juego es mucho más que los escaños de unos y otros. La derecha nacionalista, en sus distintos grados, lo ve claro, la izquierda duda.
El momento presente es decisivo y el liderazgo socialdemócrata indispensable para renovar y vigorizar la izquierda. El PSC debe dirigir un nuevo ciclo progresista y alejarse de los vaticinios de los sondeos, o de la compasión de unos y otros. El socialismo debe reinventarse y renovarse, reforzar su posición ideológica e identitaria con un discurso con perfil propio, aglutinador y de proximidad a la gente del país.
A lo largo de mi trayectoria política he sido entrevistado infinidad de veces. Las entrevistas más agradables eran las que me hacían los estudiantes de secundaria. Recuerdo una reciente donde el estudiante me preguntó algo así cómo cuales deberían ser las principales virtudes de un político, y vine a decirle que un profundo convencimiento de las propias creencias, más la capacidad de anticiparse a los escenarios de futuro y una visión panorámica y periférica del espacio y tiempo, resultaba una excelente combinación de virtudes, sin olvidar la energía. Me ha venido a la cabeza porque cuando ojeamos la biografía de los grandes políticos de la historia, a menudo, destacan por niveles extraordinarios de energía, una gran fortaleza mental, e inmunes al desánimo y al abatimiento. Factores que considero mucho más decisivos para el éxito que cualquier otra virtud o actitud personal. Digo esto porque es preciso moralizar la política, en su afán de servicio público, energizándola con líderes que integren, no que separen, que sirvan, no que obedezcan, que conquisten y amplíen, no que defiendan.
Los ciudadanos debemos reclamar a la clase política mayores esfuerzos de creatividad e imaginación política, que es lo que nos reclama el presente y, más aún, el futuro.
Avanzar en la extensión de los derechos, integrar la diferencia, no neutralizarla, y reforzar el vínculo y el contacto entre política y sociedad siempre ha sido una característica propia del progresismo, de la izquierda, de la socialdemocracia. El PSC debe contribuir a energizar y revitalizar el nuevo ciclo progresista que se configurará en los próximos años. Porque, como está sucediendo en otros lugares, las opciones políticas, en esencia, se reducen a dos grandes opciones: izquierda o derecha, no hay otra alternativa. Los electores lo saben y el populismo político también, aunque intente confundir al electorado con cantos de sirena, con trucos de magia o con ofertas imposibles. La socialdemocracia, con líderes vigorosos, serios y contrastados, y con esfuerzo y energías renovadas debe liderar con orgullo, con valentía, seriedad y convencimiento el nuevo ciclo político de los próximos años. Este es el verdadero reto que tenemos delante.