En las últimas semanas, después de anunciar mi voluntad de dejar la alcaldía para pasar a otro plano de la vida política y compartir más tiempo con mi familia, estoy realizando lo que en lenguaje cinematográfico se llama un flash back. Es decir una secuencia cronológica de la historia reciente de Montcada i Reixac, visualizando momentos distintos y trasladando la acción a los hechos más destacados que han marcado nuestra historia reciente.
Vaya por delante que estas reflexiones son un homenaje a todos los montcadenses y montcadensas que con su trabajo, sus reivindicaciones, y su tesón por dignificar la ciudad, han conseguido más avances en estas últimas décadas que en los últimos siglos juntos.
Los años cincuenta y sesenta del pasado siglo fueron décadas que cambiarían radicalmente el perfil rural que tenía hasta entonces Montcada. El pueblo empezó a convertirse en ciudad, y la nueva gente que llegó contribuiría a su crecimiento. En aquellos años, trabajadores, jornaleros e inmigrantes del sur, oeste y levante de España llegaron en masa, solos o con sus familias, al área metropolitana de Barcelona. Montcada acogió miles y la fuerza de todos ellos sería determinante en el movimiento obrero, vecinal y reivindicativo de los siguientes años. Sus hijos, esos catalanes de segunda generaciones, son hoy por hoy el mayor éxito de nuestra sociedad. A base de esfuerzo, superación e integración, esta generación consiguió mejorar la situación de partida en la que llegaron sus padres, un mérito que convierte a Cataluña en un gran ejemplo de superación.
El punto de partida de nuestra historia más reciente empieza con los ayuntamientos democráticos. Lejos queda ya aquel 1979, año en el que, por primera vez, después de la II República, la ciudadanía podía votar en libertad. Los pueblos y ciudades de aquel entonces eran barriadas sin conexión urbana, sin servicios, sin infraestructuras, prácticamente sin calles. Eran ciudades dormitorio. Todo estaba por hacer. Pero la fuerza de la gente, del movimiento obrero, de los partidos de izquierda, de los movimientos vecinales y reivindicativos era muy poderosa. Poco a poco, las ciudades del área metropolitana, las más castigadas por el déficit de servicios e infraestructuras, vieron como se iba dignificando la calidad urbana del entorno. Las crisis económicas de los años ochenta y principios de los noventa incorporaron más tensión a la gestión política y las demandas ciudadanas aumentaron en la medida en que lo hacia la tasa de paro y las reivindicaciones ciudadanas. No hay duda que el verdadero motor que hace avanzar la sociedad es su capacidad de superar las adversidades. Montcada i Reixac, todos sus vecinos y vecinas, es un claro ejemplo de esta capacidad de superación. Pensad que no está tan lejos las riadas que ha tenido que sufrir nuestro pueblo, que los jóvenes tuviesen que salir del municipio para estudiar (aquellos pocos que podían hacerlo) bachillerato nocturno, que los servicios médicos fueran un lujo al alcance de pocos, o que el acceso a la cultura o las bibliotecas fuese casi una quimera. Y ya no hablo del nivel de contaminación que generaban las humeantes fábricas de chimenea, o cómo bajaba el río Ripoll o el Besòs.
Desde finales de los noventa y la primera década del siglo XXI Montcada i Reixac ha vivido un salto hacia delante sin parangón. Montcada empezó una nueva etapa que yo llamo de conectividad y de servicios. Etapa donde, entre todos y todas, empezamos a “coser” el territorio, a acercar los barrios, a mejorar sus accesos y dotarlos de servicios y equipamientos. El mérito, como he dicho al principio, es de todos y todas, cada uno desde su responsabilidad, con sus fuerzas e ilusiones.
En esta última fase, en la que he cumplido la función de alcalde a lo largo de casi tres mandatos, los objetivos estratégicos eran claros. Primero, convertir a Montcada i Reixac en un municipio tan digno como cualquier otro de nuestro entorno; segundo, anclar nuestra ciudad al área metropolitana, es decir, participar en todas las decisiones importantes que afectan a la ciudad desde una óptica supramunicipal; y tercero, y no menos importante, dotar a cada barrio de servicios de calidad, equipamientos cercanos y de referencia y bien conectados con el resto de la trama urbana.
En perspectiva, cuando miro atrás, y realizo un flash back, no puedo menos que estar satisfecho de la ciudad que hemos construido. Sabemos que queda mucho por hacer y nadie debe cejar en el intento de mejorar continuamente nuestra ciudad. No hay ninguna duda que vamos por el buen camino.