La república es algo más que una forma de gobierno. Va más allá de ser la otra cara de la moneda donde se haya la monarquía. La república es el simbolismo de la libertad, de la democracia representativa y del mérito en el ascenso social. La república elimina cualquier traba en el acceso a cargo público. La monarquía no. Esto, per se, no es ni bueno ni malo, porque a lo largo de la historia han habido repúblicas tiránicas y monarquías ejemplares. Pero, en pleno siglo XXI, la esencia de la monarquía, con su principio hereditario en el frontispicio de la institución, es, cuando menos, trasnochada.
Hoy se celebra en España el 79 aniversario de la II República. Aquel 14 de Abril de 1931, se proclamó la Segunda República española con el fin de rectificar lo tradicional por lo racional. Su duración fue efímera, pero su recuerdo imborrable y alentó que no se apagase la llama de la esperanza, de la razón, para que la democracia, tarde o temprano, orientase el verdadero camino de la história de España.
Desde aquí quiero rendir un merecido reconocimiento a los viejos luchadores por las libertades, aquellos republicanos que vieron nacer y morir la II República, pero que nunca se rindieron. El ejemplo de sus convicciones, de su lucha, no quedó segada por el azote del fascio.
Han pasado muchos años y todavía es emotivo ver la vieja bandera republicana ondeando al viento. Ha pasado mucho tiempo, y cuando miras a tras, y miras después a delante, ves que nos queda mucho camino que recorrer para alcanzar las máximas cuotas de libertad.
Sabemos que la república elimina las viejas trabas hereditarias de la nobleza, de la aristocracia y que en España, la monarquía juancarlista ha cumplido un papel ejemplar desde sus inicios, favoreciendo el encuentro de unos y otros, de la práctica totalidad de los españoles, en un proyecto común. Ahora bien, después de más de treinta años de democracia en España, son muchas las voces que cuestionan una institución que, como la monarquía, es más del siglo XIX que del XXI. Mientras tanto, seguiremos reclamando que a de llegar también a la Casa Real, la modernización de nuestro país, de nuestras habilidades, de nuestra forma de ver el mundo. Entre otras cosas, porque nadie es más real que nadie. Todos somos igualmente reales.
Por lo pronto, el debate sucesorio de la Corona es, como poco, el primer paso que debe darse para que la igualdad de hombres y mujeres sea absoluta. Si aquí no avanzamos, el aumento del cuestionamiento sobre la monarquía en España está servido. Todos nos tenemos que adaptar, que modernizar.