El 1 de mayo, como cada año, se celebra el día internacional del trabajo. La efeméride merece más atención que nunca. La situación de crisis económica está castigando de forma muy contundente a muchas personas que han perdido el empleo, o su empresa, o han visto rebajados sus derechos laborales. El mercado es implacable en estas circunstancias.
Una alta tasa de paro o un alto grado de precariedad laboral no sólo perjudica al parado o al contratado en precario, sino que afecta a su propia dignidad como persona, e influye negativamente en su autoestima, además de deprimir de forma directa su consumo personal o familiar.
El paro y la precariedad no benefician a nadie. Ante esta situación nadie debe resignarse, nadie debe abandonar sus responsabilidades. Los sindicatos porque desde la responsabilidad deben proteger no sólo a los trabajadores sino también a los desempleados; los propios desempleados, o trabajadores en precario, porque deben asumir la necesidad de enfrentarse a la situación de la forma más positiva posible, con la búsqueda de empleo activo, reciclándose, aprendiendo nuevas habilidades o reinventándose laboralmente; la propia administración porque ha de facilitar las medidas necesarias para animar el mercado de trabajo sin liberalizarlo, ofreciendo cursos de capacitación, facilitando subvenciones que protejan, pero que no apalanquen a nadie, activando la creación de empleo y, sobre todo, facilitando o posibilitando un gran Acuerdo Social, cuestión que, a estas alturas, todavía está pendiente, donde las responsabilidades se reparten entre todos.
Una de las cosas que he venido observando a lo largo de estos últimos treinta años es como ha ido reduciéndose espectacularmente el número de participantes en las celebraciones del 1 de mayo. En los años ochenta la fuerza sindical era importantísima y la participación de los trabajadores era multitudinaria. Ahora, treinta años después, todo se ha reducido. Pocas entidades, pocos trabajadores y trabajadores y menos ruido, cuando, en cambio, paradójicamente, la vulnerabilidad de unos y otros ha aumentado de forma importante. Ahora tenemos un mercado dual. Un porcentaje de trabajadores con protección, garantías y derechos, y otro mercado laboral donde prima lo precario, con mayores tasas de paro y más incógnitas en las expectativas de futuro.
La participación en los actos del 1 de mayo se ha venido reduciendo sensiblemente. Quizá, uno de los motivos que lo explican es que el sentimiento de clase (y lo opongo en cursiva para que destaque) ha desaparecido o se ha permutado en otra cosa.
No hay que abandonar ni dejarse engañar por una conciencia falsa de clase, o avergonzarse de haber perdido el trabajo o cobrar poco o estar en precario. La responsabilidad de esa situación no siempre recae en la persona que lo sufre. El propio sistema económico actúa, muchas veces, como palanca.
Aprovecho la ocasión para señalar el papel tan destacado y la iniciativa de los antiguos trabajadores de Aismalibar, a partir de la plataforma Los lunes al Sol, en referencia a la película de Javier Bardem que ilustraba la vida de unas personas que, de la noche al día, se quedan sin trabajo. Los lunes al Sol han luchado a brazo partido por asegurar la actividad laboral de la antigua Aismalibar, y cuando esto no ha sido posible han buscado nuevos inversores que reinventen la empresa o la actividad, y simultáneamente han empezado un proceso de formación y reciclaje. Todo esto es digno de admirar. Mi amigo José Antonio Grillo, y otros tantos de la plataforma han liderado con coraje y voluntad de superación la situación de paro en la que se han encontrado. Hace pocos días, de forma inesperada, coincidí con buena parte de ellos en un curso de soldadura que organiza el Ayuntamiento. Les honra esa predisposición y voluntad de superación.
Desde las administraciones públicas, y la propia clase política, debemos contribuir como nunca a mejorar el mercado de trabajo, implicándonos en la protección de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, potenciando la creación de empresas y de emprendedores, en definitiva sumando fuerzas con el objetivo de revitalizar el mercado de trabajo. Cada 1 de mayo es el día del trabajo pero también el de la solidaridad laboral.