dimarts, 3 de novembre del 2009

¿Son las mujeres mejores gobernantes? (1)

La pregunta está formulada con un fondo provocativo. Lo explicaré. Hace unos días leía en El País una entrevista a Michelle Bachelet, la presidenta de Chile. La entrevista tenía un triple interés. Por ser la primera mujer de América Latina no casada con un ex presidente que ha llegado a la presidencia, por ser Chile el país en cuestión, y por haber provocado una gran reconciliación nacional entre sus conciudadanos. De estas reflexiones me ocuparé sólo de la primera: ser mujer y ser política.
Creo que muchos de nosotros compartiremos que las mujeres, desde pequeñas, están acostumbradas a enfrentarse a la resolución de los conflictos buscando una solución en la que todos salgan ganado. Buscando que el resultado sea bueno para la gran mayoría y que queden pocos heridos en el camino. Los hombres, en cambio, nos preocupan más lo resultados que el propio proceso. Pondré un ejemplo. Hace poco, un colaborador mío me explicaba que en una competición de fútbol escolar donde jugaba su hijo de 11 años en un equipo mixto, observó lo siguiente. Una niña que jugaba de defensa en el equipo de ese niño tuvo un choque con el delantero del equipo contrario y el niño atacante cayó al suelo. La niña en vez de salir tras la pelota que había quedado a la deriva, acudió a auxiliar al delantero que estaba en el suelo, mientras los padres del equipo de la niña, desde las gradas, la apuraban para que dejase al niño y fuese a por la pelota. La niña los miró, miró al niño en el suelo y a la pelota, y se decantó por ayudar al niño del equipo contrario a incorporarse. ¿Interesante verdad? Este es un caso real. Es cierto que quizá para la niña del ejemplo el fútbol no sea lo suyo, pero apunta un comportamiento femenino muy característico: el interés franco por los demás.
El género de las persona acaba siendo un factor determinante en muchas cosas. En política también. Coincido con Bachelet en que, no sé si debido a condicionantes culturales, antropológicos o biológicos, o incluso si está relacionado con el momento histórico que estamos viviendo, pero habitualmente, sin llegar a hacer una generalización de gran alcance, las mujeres se relacionan con el poder más desde la óptica de servicio a los demás, que los hombres. Creo que, salvando los grandes tópicos, que siempre son forzados e inexactos, las alturas del poder tienden a marear más a los hombres que a las mujeres.
Cuando miro a mi alrededor y observo cuantas mujeres se han visto investigadas por asuntos turbios en las finanzas, en la política, en la económica, en los partidos o en cualquier otro asunto, veo que los hombres encausados representan un 99,9% de los casos y no ocupan el 99,9% de todos los cargos. Por poner otro ejemplo, no me imagino a una hipotética Silvia Berluscona, en funciones de Presidente del gobierno de Italia, alardeando de haber mantenido relaciones con prostitutos, o diciendo que los hombres son la bendición de Dios con una chulería casposa. En la vida, como en la política, hay que ser ético y estético, y mujeres y hombres reaccionan diferentes ante imputs iguales.
Quizá el poder tenga para los hombres un simbolismo de fuerza, asociado a la sumisión, a la obediencia, al boato, y al artificio, en definitiva más al dominio que no en las mujeres. Como dice un colaborador mío, detrás de cada hombre, frecuentemente, existe ese anhelo de aspirar a ser el macho dominante, ser macho alfa, el que domina y protege a su manada. Para la mujer, en cambio, su anhelo no pretende tanto ejercer el poder por el poder, sino influenciarlo con el objetivo de proteger a sus componentes, resolviendo conflictos de la forma beneficiosa para todos.