divendres, 13 de novembre del 2009

La amenaza del Gran Hermano


Hace poco salía en prensa una información que alertaba sobre la vulneración del derecho a la intimidad de las personas, y del secreto de las comunicaciones, a partir de pinchar escuchas telefónicas. El tema arranca en 2000, cuando el gobierno de Aznar encargó lo que se ha dado en llamar el sistema SITEL (Sistema Integral de Interceptación de Comunicaciones Electrónicas), tecnología que permite al Gobierno, la posibilidad de pinchar todos los teléfonos de España y conocer, además de las conversaciones, la identidad del sujeto, su operador telefónico, el punto geográfico exacto en el que se encuentra e incluso el tipo de contrato que tienen, sin necesidad de una autorización judicial previa. Después de diversos contenciosos, el gobierno Aznar, tras pagar por el sistema SITEL 36 millones de euros no hizo uso de él y paralizó su desarrollo. No obstante, los servicios de inteligencia el Estado, por lo que sabemos, recurren a este sistema para el seguimiento de personas supuestamente vinculadas con delitos relacionados con el terrorismo, fraudes de todo tipo y temas parecidos. En definitiva, sin tener que recurrir a un juez, con una simple sospecha que recaiga sobre cualquiera de nosotros, por muy peregrina que sea esa sospecha, nos pueden pinchar el teléfono, o interceptar los correos electrónicos, sin más ni más.
No quisiera hacer un artículo demagógico sobre lo perverso del asunto. Sabemos que cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y los servicios de inteligencia, deben tener instrumentos ágiles para intervenir, o interceptar comunicaciones sin tener que recurrir a todo el proceso administrativo de solicitud de autorización, que el juez lo autorice y que se pongan en contacto con la operadora para pedir permiso y así poder escuchar al supuesto sospechoso. Sabemos que el siglo XXI los ciberdelitos o la rapidez para intervenir nos obliga a ser muy ágiles. Mi reflexión va más en la línea de que aquel viejo binomio −de supuesta suma cero−, donde seguridad y libertad estaban unidas y lo que una ganaba la otra lo perdía, es falso. Debemos exigir seguridad, pero también debemos exigir protección de la intimidad en las comunicaciones, debemos preservar nuestra libertad personal. La constitución, el derecho europeo, y las convenciones internacionales tutelan ese derecho como un derecho fundamental. Que no planee sobre nosotros la amenaza, la sombra del Gran Hermano, aquel 1984 de George Orwell.