divendres, 12 de juny del 2009

Los bautizos civiles

De un tiempo a esta parte, determinados bautizos, magnificados por los medios de comunicación, han puesto sobre la mesa la oportunidad o conveniencia de celebrar lo que se han dado en llamar los bautizos civiles. Me gustaría hacer una reflexión personal al respecto.
Por lo que sabemos, esta práctica, que viene cobrando fuerza desde los últimos tiempos, no es nada novedosa. Lo que nos parece un descubrimiento en realidad tiene más de doscientos años de antigüedad. Con el Renacimiento, la Ilustración y, particularmente, con la Revolución Francesa, aparecieron nuevos ritos de paso que han convivido y coexistido con los ritos tradicionales o religiosos, dentro de una sociedad más democrática, pluralista, laica. Tenemos conocimiento de que en los años siguientes al inicio de la Revolución Francesa proliferaron tanto los bautizos civiles, que en 1792, se instituyeron por decreto como símbolo de la separación entre Iglesia y Estado. Incluso, si vamos más allá de la edad contemporánea, y realizamos una mirada rápida desde la antropología, reconoceremos que todas las culturas se han dotado de ritos iniciativos de adhesión al grupo o de tránsito de una etapa a otra. Por ejemplo, el nacimiento de un miembro del grupo, y su reconocimiento social, se ha hecho a través de infinidad de ritos y símbolos, el paso de la edad púber a la adulta, también. Durante la II República española también se celebraron infinidad de bautizos, bodas o funerales civiles. En épocas más recientes, en Catalunya, hace escasos años, el primer ayuntamiento que instauró los bautizos civiles fue Igualada en 2004, y, a partir de ahí, se han ido sumando progresivamente muchos ayuntamientos de todo el Estado.
Yo creo que esta ceremonia merece todo el respeto del mundo, y los ayuntamientos debemos estar en condiciones de poder ofrecerla a nuestros conciudadanos. El argumento es simple. El bautismo laico no es incompatible o excluyente respecto al bautismo cristiano o cualquier otro. Creo que la libertad de conciencia es un bien a proteger y debemos permitir que las familias elijan.
Cada vez más, los alcaldes y regidores nos encontramos con más padres y madres que no siendo practicantes de la religión católica, o cualquier otra, quieren compartir y celebrar públicamente el nacimiento de su hijo o de su hija. Y yo creo que los ayuntamientos debemos contribuir a ello. Desde Montcada i Reixac debemos crear un Registro Municipal de Acogimientos Civiles, iniciativa ya puesta en marcha en otros municipios. Este tipo de acogimiento civil, o acto de bienvenida democrática a la comunidad, es una figura que reconoce como ciudadanos de pleno derecho a los niños y niñas que estén empadronados en ese municipio. Se trata, en definitiva, de un acto simbólico, laico y civil que sustituye al tradicional bautizo en aquellos casos en los que las familias así lo decidan. Es una ceremonia de bienvenida formal a la comunidad que acoge al niño o a la niña, en la cual la pila bautismal y el agua bendita se sustituyen por la lectura de artículos de la Carta Europea de los Derechos del Niño y el compromiso de que será educado o educada en los valores democráticos y en el respeto a los demás.
La ceremonia en sí es sencilla, intimista y muy emotiva. Durante el acto, el alcalde o concejal lee algunos de los artículos de leyes y convenciones internacionales que hablan de los derechos de infancia e invita a padres y familiares a que tutelen y protejan al nuevo miembro de la comunidad y procuren que la vida del niño o de la niña sea lo más placentera posible, procurando el bienestar del menor. En el acto las familias también pueden incluir lecturas elegidas personalmente o incluso música para la ocasión. Francamente, pienso que un acto tan bonito como éste debe ser posible, y es compatible con los que se celebran confesionalmente. No queremos ni debemos imponer nada a las familias, sino ofrecer esa posibilidad a una demanda creciente de padres y madres, dentro de una sociedad democrática y libre como la nuestra.