dimarts, 31 de març del 2009

La derecha cierra filas y la izquierda…. también (debería)

Como sabemos, las diferentes corrientes ideológicas se resumen, muy sintéticamente, en el polo derecha–izquierda, y, en algunos casos, en el eje nacionalista–no nacionalista. Algunos podían complicarlo algo más, agregando más segmentos vinculados a movimientos sociales, pero en esencia es así. A partir de aquí, al dar un vistazo a cómo se han comportado las diferentes corrientes a lo largo de la historia, al menos en nuestro entorno cultural, vemos que la táctica principal de la derecha ha sido siempre agruparse en torno a unas única siglas, con el objeto de no perder energías, reforzar un liderazgo visible, claro, incuestionable y sin ambigüedades, y, convertirse, por tanto, en un único referente electoral de cara al votante de derechas, sea cual sea su grado o intensidad. En España este proceso ha sido muy claro. Observemos qué ha pasado en Catalunya. Las primeras elecciones autonómicas de 1980 dieron un primer escenario político sin mayoría absoluta para nadie. CiU fue la fuerza más votada, pero la izquierda obtuvo unos excelentes resultados, con un PSUC con buenas rentas. A pesar de todo, la izquierda no supo/no pudo encabezar una candidatura única para President de la Generalitat de Catalunya porque Raventós no logró un apoyo mayoritario. En aquellas circunstancias, la derecha nacionalista de CiU, con Jordi Pujol, supo encontrar los apoyos necesarios para gobernar en minoría y afianzar cada legislatura su gran atractivo. La izquierda quedó condenada a una depuración implacable de siglas y los socialistas catalanes a una travesía por el desierto durante veintitrés años. En España, la derecha ha jugado el mismo papel. Inicialmente Alianza Popular, y después su sucesor el Partido Popular ha aglutinado en su entorno todo el espectro de la derecha, desde la extrema derecha a la derecha más civilizada. Mientras tanto, la izquierda, con sus diferentes candidaturas ha estado en muchos casos enfrentada a sí misma por un protagonismo, a veces, de difícil compresión.
Miremos ahora a la operación que está llevando a cabo Silvio Berlusconi en Italia. El pasado 29 de marzo, Berlusconi, con la pompa tradicional de las grandes ocasiones, fue aclamando presidente del nuevo partido Pueblo de la Libertad. Con él la derecha italiana se unifica en un solo partido que quiere reformar la Constitución y buscar nuevos poderes para el primer ministro italiano. Su objetivo: no perder fuerza electoral por los extremos y posicionarse mejor que nunca de cara a les próximas elecciones europeas. La izquierda italiana, mientras tanto, está rota y desecha en luchas internas por liderazgos estériles.
Esta presentación a qué moraleja nos lleva. A una: mientras la izquierda esté desunida, será más vulnerable, cuando se una, inocularan el virus de la envida y del protagonismo para pelearnos entre nosotros y cuando gobernemos nos dirán que no gobernamos bien, porque no tenemos tradición ni experiencia en gobiernos de coalición. ¿Qué táctica debemos aprender de los partidos de derecha que han venido gobernando sin pudor y aglutinando sensibilidades políticas afines? En próximos días daré mi visión del tema.